DEL HUNDIMIENTO A LA ESCALADA

Ves un riachuelo.
Avanzas y das tres pasos.
Es más profundo y la corriente más fuerte de lo que creía.
Me desvía un paso pero con tenacidad logro avanzar y retornar con un paso al camino.
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No es un riachuelo.
Es un río impetuoso en el que no vislumbro la orilla.
No toco el fondo.
Me hundo.
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He de usar mis sentidos para saber dónde estoy.
Deseo salir del fondo.
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A lo lejos observo una piedra gigante.
La golpeo con mi cuerpo esperando detener mi curso pero solo consigo
fragmentarla y fragmentarme.
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Mis plantas sienten una roca larga pero puntiaguda como una cruz que los lastima.
No es el momento de usarla.
La corriente me lleva.
Me sigo hundiendo.
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Duele el pecho emulando tal vez una daga que
Atraviesa mi corazón.
Mi mano derecha con fuerza se posa en mi dolor.
Tiendo mi izquierda al firmamento.
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Espero encontrar en el camino una cuerda anclada en una estaca que al tercer o
quinto nudo pueda atarme a ella.
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Pasa el tiempo y me enfrento a el enigma de por qué estoy acá, mientras me resisto
con movimientos desdibujados de armonía hundiéndome más rápido.
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Me pregunto.
Si me enseñaron a nadar por qué sigo en profundidad. Yo vi a otros nadando.

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Cierro los ojos.
Escucho mis latidos.
Repaso los pasos.
Me dispongo meditar, navegando en la Profundidad de mi propio pensamiento.
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El silencio me recuerda que por ver nadar a otro no aprenderé a nadar.
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Tocó un conjunto de piedras cúbicas apiñadas.
Evocan una forma fácil de escalar.
Y al sentir bajo mis pies las piedras cúbicas, comprendo que no están allí por azar.
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Alguien antes que yo las colocó.
Cada una representa un trabajo, un paso, un dolor superado, una virtud alcanzada.
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No me estoy hundiendo. Estoy nadando.
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Son tres escalones.
Tal vez tres escalones no basten para ver el estuario que se revelaría con dos más.
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Un camino que debe ser recto.
Sin duda se requiere valor para dar un paso más.
Pero se debe ser prudente porque ya estamos alto y podemos caer.
Uno más con amor propio y a la humanidad por qué no escalábamos solos.
El peso que sentíamos era porque guiábamos.
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Ahora sé que no escalaré por instinto, sino por conciencia y que esta escalada no es
hacia fuera, sino hacia dentro.

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